Recuerdos
Tengo una cantidad asombrosa de recuerdos que no recuerdo, la contradicción se encuentra en la facilidad con la que soy capaz de imaginar como me comportaría o como se podría desarrollar una escena tal cual me la cuenta mi madre.
Esos recuerdos bien podrían ser invenciones que yo los vivo y experimento como si hubiera sido hace unos pocos días.
Uno de esos recuerdos que recuerdo con una claridad imposible para la edad que tenía es el nacimiento de mis hermanos, cuando fui a conocerles al hospital.
Recuerdo claramente la cara de agotamiento de mi madre, que mi hermana estaba a la izquierda de la cama y mi hermano en los brazos de mi madre, también recuerdo claramente la ropa que llevaba yo, la falda vaquera y la camiseta roja vienen a mi con la misma facilidad con la que viene lo que comí el día anterior.
Otro de mis recuerdos que no son míos que guardo con muchísimo cariño son las cenas en mi antigua casa, frente a la televisión apagada porque si no, no cenábamos, esas tardes de jugar los tres juntos en el patio de mi casa en un colchón inflable que ni sabía que teníamos o cuando descubrimos que en la piscina se podía crear un superremolino.
Recuerdo y no recuerdo la risa de mis hermanos, la recuerdo porque sé que me hacía desternillarme de la risa a mí también, pero ya no soy capaz de escuchar más que un vago recuerdo de lo que era y puesto que la adolescencia es malísima ya no sé ni cuando fue la última vez que estuvimos los tres juntos sin que alguno se ofuscará y se fuera.
Son los recuerdos que no son míos, pero que a su vez siempre me van a pertenecer y acompañar en mis momentos de mayor nostalgia de la infancia.